miércoles, 23 de julio de 2008

DESDE MI CRUZ A TU SOLEDAD




Te escribo desde mi cruz a tu soledad, a ti, que tantas veces me
miraste sin verme y me oíste sin escucharme.

A ti, que tantas veces prometiste seguirme de cerca y sin saber por
qué te distanciaste de las huellas que dejé en el mundo para que no te
perdieras.

A ti, que no siempre crees que estoy contigo, que me buscas sin
hallarme y a veces pierdes la fe en encontrarme, a ti, que a veces
piensas que soy un recuerdo y no comprendes que estoy vivo.
Yo soy el principio y el fin, soy el camino para no desviarte, la
verdad para que no te equivoques y la vida para no morir.

Mi tema preferido es el amor, que fue mi razón para vivir y para
morir.
Yo fui libre hasta el fin, tuve un ideal claro y lo defendí con mi
sangre para salvarte.

Fui maestro y servidor, soy sensible a la amistad y hace tiempo que
espero que me regales la tuya.
Nadie como yo conoce tu alma, tus pensamientos, tu proceder, y sé muy bien lo que vales.

Sé que quizás tu vida te parezca pobre a los ojos del mundo, pero Yo
sé que tienes mucho para dar, y estoy seguro que dentro de tu corazón
hay un tesoro escondido; conócete a ti mismo y me harás un lugar a mi.

Si supieras cuánto hace que golpeo las puertas de tu corazón y no
recibo respuesta.
A veces también me duele que me ignores y me condenes como Pilatos,
otras que me niegues como Pedro y que otras tantas me traiciones como Judas.

Y hoy, te pido paciencia para tus padres, amor para tu pareja,
responsabilidad para con tus hijos, tolerancia para los ancianos,
comprensión para todos tus hermanos, compasión para el que sufre,
servicio para todos.

Quisiera no volver a verte egoísta, orgulloso, rebelde, disconforme,
pesimista. Desearía que tu vida fuera alegre, siempre joven y cristiana.

Cada vez que aflojas, búscame y me encontrarás; cada vez que te
sientas cansado, háblame, cuéntame.

Cada vez que creas que no sirves para nada no te deprimas, no te creas poca cosa, no olvides que yo necesité de un asno para entrar en
Jerusalén y necesito de tu pequeñez para entrar en el alma de tu
prójimo.

Cada vez que te sientas solo en el camino, no olvides que estoy
contigo.
No te canses de pedirme que yo no me cansaré de darte, no te canses de seguirme que yo no me cansaré de acompañarte, nunca te dejaré solo.

Aquí a tu lado me tienes, estoy para ayudarte.

Te quiero mucho, tu amigo:

Jesús

EL NIÑO Y SU CAÑA DE PESCAR


Jerry, recibió una alarmante llamada un sábado en la tarde hace algunos meses. Su nietecito de 6 años, Mikey, había sido atropellado mientras pescaba con su papá. Padre e hijo se hallaban en la orilla del río, cuando una mujer perdió el control de su auto, se salió del puente y atropelló a Mikey a una velocidad de 80 Km/hora. Jerry había visto el resultado de accidentes como éste y temía lo peor. Cuando llegó al Hospital, corrió hasta el cuarto de
urgencia y halló a Mikey consciente y con bastante buen ánimo.

- Mikey, ¿qué pasó? -le preguntó Jerry.

Mikey le contestó:
- Abuelo, yo estaba pescando con mi papá y una señora me pasó por encima con su auto, volé hasta un charco de lodo, se me partió la caña de pescar ¡y no pude atrapar ningún pescado!

Según el parte policial, el impacto lanzó a Mikey a unos 15 metros de distancia, por sobre unos cuantos árboles y piedras, a un charco de lodo. Su única lesión fue su fémur que se había roto en dos lugares, por lo que hubo que hacerle una cirugía para colocarle unos
pernos en su pierna. En general, el muchacho estaba bien, y de lo único que hablaba era de su caña rota.

Al día siguiente, Jerry llegó al hospital con una nueva caña de pescar para Mikey y se sentó a su lado para hacerle compañía. Cuando estuvieron solos, Mikey con mucha seriedad le dijo: - Abuelo, ¿sabías que Jesús es real?

- Bueno, -contestó el abuelo, un poco sorprendido- . Sí, Jesús es real para todos aquellos que creen en Él y que le aman en sus corazones.

- No, -dijo Mikey-. Quiero decir que Jesús es real.

- ¿Qué quieres decir? -preguntó el abuelo-.

- Sé que es real porque yo lo vi, -dijo Mikey-, todavía jugando con su caña.

- ¿Lo viste?

- Sí abuelo, -dijo Mikey-. Cuando aquella señora me pasó por encima con su auto y me partió la caña, Jesús me cargó en sus brazos y me puso sobre el charco de lodo.

"Durante todos los días de tu vida, nadie será capaz de enfrentarse a ti. Así como estuve con Moisés, también estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré"
Josué 1:5

"Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas"
Josué 1:9

"El Señor es mi fuerza y mi escudo; mi corazón en Él confía; de Él recibo ayuda. Mi corazón salta de alegría, y con cánticos le daré gracias"

Salmos 28:7