Muchas personas nos hemos sentido frustradas, cuando algo nos ha impedido lograr nuestras metas. La reaccion natural es culpar a las circunstancias o a los demas, pero la causa fundamental es interna; y hay fuerzas externas que pueden provocar el descontento interior. A veces hacemos cambios, como dejar un empleo, poner fin a unas amistades e incluso cometer suicidio, todo esto con el fin de ahorrarnos contrariedades. Sin embargo, de esa manera no podemos hallar la paz verdadera.
Cuando nos sintamos frustrados, tenemos que averiguar la causa. El descontento tiene tres razones internas. Una es la incapacidad de aceptarnos tal como fuimos creados. La personalidad, los atributos fisicos y las capacidades que hemos recibido pueden no ser lo que deseamos, pero son exactamente lo que necesitamos para cumplir con la voluntad de Dios para nuestras vidas. Estar pensando siempre en lo que no tenemos o en lo que nos gustaria cambiar, nos distrae de Su servicio.
La segunda razon es la renuencia a enfrentar nuestro pasado y a los recuerdos dolorosos. Solo si reconocemos su influencia, y confrontamos cualquier problema emocional o psicologico, podremos seguir adelante en paz.
La ultima fuente de la frustracion es no querer enfrentar conductas o actitudes que estan fuera de la voluntad de Dios. Aferrarse a un habito pecaminoso nos conduce muchas veces a la inutil practica de tratar una y otra vez de justificarnos ante el Senor y los demas.
La solucion humana a la frustracion, intentando cambiar las circunstancias externas, fracasara siempre. La unica manera de arrancar de raiz la frustracion es confiar en Dios para que El nos de el poder de enfrentar su origen.
Cuando nos sintamos frustrados, tenemos que averiguar la causa. El descontento tiene tres razones internas. Una es la incapacidad de aceptarnos tal como fuimos creados. La personalidad, los atributos fisicos y las capacidades que hemos recibido pueden no ser lo que deseamos, pero son exactamente lo que necesitamos para cumplir con la voluntad de Dios para nuestras vidas. Estar pensando siempre en lo que no tenemos o en lo que nos gustaria cambiar, nos distrae de Su servicio.
La segunda razon es la renuencia a enfrentar nuestro pasado y a los recuerdos dolorosos. Solo si reconocemos su influencia, y confrontamos cualquier problema emocional o psicologico, podremos seguir adelante en paz.
La ultima fuente de la frustracion es no querer enfrentar conductas o actitudes que estan fuera de la voluntad de Dios. Aferrarse a un habito pecaminoso nos conduce muchas veces a la inutil practica de tratar una y otra vez de justificarnos ante el Senor y los demas.
La solucion humana a la frustracion, intentando cambiar las circunstancias externas, fracasara siempre. La unica manera de arrancar de raiz la frustracion es confiar en Dios para que El nos de el poder de enfrentar su origen.
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